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El valor del arte en el tiempo

Nos habíamos quedado en una pregunta. Pero ¿siempre ha sido así?

Evidentemente no, sobre todo porque el capitalismo como teoría económica no triunfa hasta el siglo XVIII - XIX. Ya Platón hablaba de que el valor del arte radicaba en su capacidad para representar lo bello y no en tanto a una actividad productora. Aristóteles, conectaba la actividad artística con el momento de inspiración y con la realidad de la experiencia humana. 

En la Edad Media, el valor del arte tiene una conexión básica con la religión y, en cierto modo, con lo pedagógico. La necesidad de vincular la creación artística a la exposición y expresión de las Sagradas Escrituras, determinan un valor que aún no está necesariamente relacionado con lo económico. 

A partir del Renacimiento, sobre todo a partir del siglo XVI y especialmente con la llegada del Barroco, el valor del arte va a comenzar a desligarse del valor material y, junto a un incipiente desarrollo del coleccionismo, surge una valorización que va más allá de lo que cuesta su creación. 

Si en la Edad Media, gran parte del valor de la obra de arte residía en el valor material de sus componentes (joyas, metales preciosos...) a partir del Renacimiento y, como decíamos, sobre todo del Barroco, comienza a surgir una idea de "valor de mercado", que todavía está muy vinculado al prestigio social. Es el momento en el que los grandes aristócratas contratan a los mejores artistas para decorar sus estancias o en el que comienza a comerciarse con determinadas obras de arte. Todo, por un sentido básicamente hedonista y de prestigio social. En este momento también comienza a incorporarse a la idea del valor del arte el de "la manera personal". 

Mientras los gremios medievales (y las Academias posteriores hasta que se liberaron) se basaban en un sistema pedagógico tradicional basado en la copia del maestro, a partir del XVII y especialmente del XVIII, la diversificación de la demanda exige algo más que copiar, pide iniciativa personal, creatividad... de modo que se puedan atender a las variedades del nuevo "gusto". Los mecenas son determinantes en este sentido desde el siglo XV. Sus "inversiones" en arte (normalmente no tanto la compra de obras, que también, sino el apadrinamiento de diversos artistas) se hacen para su disfrute personal y su prestigio. Es, en realidad, un puro valor de uso. Uno de los grandes mecenas del Renacimiento: el Papa Julio II.

La llegada del capitalismo ocurre de la mano del ascenso de una burguesía rica y con formación y gusto estético (no siempre, claro). A partir de este momento, la calidad en el arte va a ser sustituida por el "valor". Ojo, esto no implica que las obras creadas a partir del XIX no tengan calidad técnica, sino que lo que se comienza a priorizar son otras cuestiones, primando, sobre todo, el del valor. Surgen aquí los marchantes y galerías de arte, que no son otra cosa que el medio que el capitalismo tiene para incorporar a la creación artística al proceso económico. 

Las galerías sustituyen al mecenas y, con ello, el valor de uso se sustituye por el valor de cambio. La galería no deja de ser un negocio en el que lo que prima es la plusvalía y la riqueza que pueda generar un artista o una serie de obras.  El arte se ha convertido en una mercancía más y, con ello, el artista, a pesar de su "libertad creativa", se ha convertido en un trabajador asalariado que recibe una parte del valor de su trabajo. 

En la actualidad, si uno hace una búsqueda sobre cuál es el valor del arte y cuáles son las cuestiones que lo determinan, aparecen palabras e ideas tales como: reputación, autenticidad, inversión, demanda, rareza, historia, conservación, lugar de venta, material y dimensiones. Si te fijas, algunas de ellas remiten directamente a ese valor del arte como un objeto mercantil, con el que comerciar. Sí, la libertad creativa sigue existiendo, faltaría más, pero hay una realidad de consumo que no podemos obviar. 

De hecho, gran parte de la estética desde finales del XIX es, en realidad, una reacción frente a esto. Desde aquellos impresionistas que se apartan (o más bien son apartados) de los círculos oficiosos, hasta estos artistas contemporáneos que usan lenguajes ajenos a ideario común, tratar de revolverse ante esa dictadura del mercado y plantean lenguajes y estéticas no habituales, priorizando así la creación y quizá el "valor de uso", al del valor de cambio. Eso sí, muchos de estos artistas han acabado fagocitados por el mercado y aquellos pintores de vanguardia que reivindicaban su libertad por encima de todo ven (bueno, no ellos, que ya están muertos), como el precio de sus creaciones son casi obscenos. 

Por lo tanto el concepto de arte ha evolucionado desde ser un sinónimo de técnica o destreza hasta un concepto más actual ligado a la creación relacionada con un trabajo intelectual, técnico y de creatividad. El valor del arte también ha evolucionado con el tiempo. Si hasta la edad moderna lo que primaba era el arte como valor de uso (para su disfrute con un sentido puramente hedonista o para vanagloria o conmemoración), a partir del desarrollo y triunfo del capitalismo y de la sociedad burguesa, el arte se convierte en un valor de cambio, con un concepto claramente mercantil. A pesar de este carácter, muchos artistas han intentado alejarse de esta situación, yendo hacia modelos de radical originalidad e incluso transgresión. 

En la actualidad entendemos la obra de arte como algo sin una función más allá que el de la pura creación. Un artista tiene inquietudes artísticas, deseos de expresar y capacidad técnica y, sin mayor interés, decide crear una obra de arte. Esto, tiene un error de base, ya que en casi todos los casos, el arte se crea, cuando menos, para ser expuesto y, en el mejor de los casos, vendido (ahí ya tienes dos funciones del arte). En cualquier caso, esto es una cuestión francamente contemporánea. La idea del artista que simplemente lo es, ya has visto que no aparece hasta el siglo XVI. 

No será hasta bien entrado el siglo XIX cuando el concepto de "arte por el arte" comienza a instalarse. Mientras, el arte servía para expresar religiosidad o poder; era un modo de propaganda; una forma de expresar deseos o ideas; era un modo de reivindicar o de criticar y siempre; o, casi siempre, tenía una vis comercial porque, al fin y al cabo, el artista tenía que comer cada día (manías de artistas). 

El arte no es solo una cuestión de goce estético o de expresión de belleza o sensibilidad, también tiene un aspecto funcional, de utilidad, que no tiene que estar reñido con lo anterior, pero que es determinante para conocer cada uno de los estilos o movimientos artísticos. Nada tienen que ver las motivaciones para la creación artística en el Paleolítico que, por ejemplo, en la Grecia clásica. 

Pero además de lo señalado, relacionado con la evolución del valor del arte en relación al tiempo, hay otros elementos que pueden modificar el valor de una obra de arte. El arte, en general, depende tanto de su creador, como del espectador, pero sí que se pueden establecer unas marcas sobre las que apoyarnos para comentar estas características generales. Toda creación artística está hecha (aunque parezca una obviedad) en el tiempo y el espacio y ambas cosas son determinantes en su forma y su significado. Además, son perdurables en el tiempo. Las artes plásticas (pintura, escultura, decorativas...) se realizan con materiales que las hacen palpables y son fruto de la técnica y el conocimiento. 

El arte como medio de expresión del artista, responde a un lenguaje que le sirve para comunicarse con el exterior. Y en ese exterior está el público, que no determina al creador (al menos no siempre), pero que sí determina la creación por cuanto es el espectador el que vive de forma particular cada expresión artística. Por otro lado, podemos hablar de los elementos más característicos de la creación artística, en este caso: el autor, la obra, el espacio en la que se expone y el espectador que como todos estos elementos pueden variar su valor. 

• El artista es el creador de la obra. El ideólogo y realizador de la pieza. Se le supone dominio de la técnica, capacidad de expresión, originalidad y gusto. También subjetividad, claro. Suele tener una enorme capacidad para analizar e interpretar lo que le rodea; y una sensibilidad especial con la que expresar lo que siente, piensa o vive.  No todos los autores tienen el mismo valor de mercado. 

• La obra de arte  es el objeto artístico en sí, un objeto que tiene un valor añadido relacionado con lo que transmite, con el gusto con el que está realizado o con el valor que haya adquirido con el paso del tiempo. No todas las obras de un mismo artista tienen el mismo valor. 

• El público puede apreciar más a un autor que otro y a una de sus obras frente a otras. El arte tiene un componente de exhibición que es inherente a él. La pieza artística se hace para transmitir ideas, sentimientos, situaciones, momentos... pero es necesario, siempre, un receptor. Este receptor es el público, el que goza o critica, el que se embelesa con la obra de arte o el que acaba horrorizado ante lo que ve y, en último caso (o primero), el que encarga o compra la obra de arte. Sin el público, el arte no tiene sentido. 

• El espacio también importa pues siempre es necesario un lugar en el que exponer la obra de arte. El museo tiene un carácter más de estudio, de conservación de las obras y de exposición. Las exposiciones, por otro lado, van dirigidas más hacia la difusión del arte y tienen un carácter más temporal y efímero que el de los museos. Las galerías de arte son espacios que juegan un papel fundamental en la compra  / venta de obras de arte. 

El arte tiene una concepción dual que no podemos olvidar: creador - espectador. Es, por lo tanto, un medio de expresión del artista para comunicarse con el exterior. Los elementos más importantes y característicos de la creación artística son: el propio artista, la obra de arte, el público y el espacio en la que se expone o muestra.

Como has visto en los párrafos anteriores, el arte se ha convertido en un campo absolutamente mercantilizado. Se mantienen creadores libres que prefieren moverse en espacios ajenos a este mundo, pero lo general, la percepción global del arte en la actualidad es ese, un objeto más con el que comerciar. Incluso, como decíamos antes, muchos de los autores que partían desde premisas de libertad creativa y lejanía de los preceptos capitalistas se han convertido hoy día en artistas de culto, cuyas obras se pagan a precios desorbitados. Casi podríamos decir obscenos. 

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